El clima influye, eso es seguro. Si los africanos no tuviesen antenas parabólicas no tendrían tanta ilusión por venir a Europa. Pero como ven el lujo que hay aquí, es lógico que se mueran por venir. Si viniesen todos los que quieren venir, se desequilibraría la estabilidad en los países ricos, porque en Europa no caben los cientos de millones de aspirantes sin que ésta se ponga patas arriba, igual que en el mar no coge toda la porquería que le echamos sin que destrocemos el ecosistema y los caladeros. Europa no se mantendrá tan rica como está ahora si la invaden por millones y millones los inmigrantes, porque la prosperidad gracias al trabajo de ellos no durará siempre (no sé si en el declive de Argentina tuvo algo que ver la inmigración del pasado, espero que no...). Y tampoco mejorarán los países de donde vienen, a pesar de las divisas, si los jóvenes se le van y después no quieren volver. Si prosperan aquí naturalmente se quedan, y quieren traerse a sus numerosas familias; y si no prosperan, no tienen la vergüenza de volver, ni medios para ello. Sus países siguen intervenidos en la sombra por las ex-metrópolis, y gobernados por títeres que se forran con las riquezas del país dejando que empresas extranjeras sigan extrayendo la mayor parte a cambio de una minucia que les hace a ellos superricos, mientras que a la poblacion no le llega nada. Y si le llega un poco, flipan con el gobernante y lo adoran, como a Chávez en Venezuela. Siempre hay interesados en que en los países pobres se sigan pegando entre ellos (comercio de armas). Así nunca se levantarán. No les perdonan la deuda externa, y si lo hacen es por préstamos, o sea, nueva deuda. Y cuando les perdonan la deuda de verdad, debe de ser porque los gobernantes han llegado a algún acuerdo secreto de futuros negocios. Tanta caridad es muy sospechosa. Cuando un gobierno africano decide ser independiente del exterior y gobernar para el pueblo de verdad, le arman una guerrilla de liberación. Eso hizo Francia con un país subsahariano. El gobierno quiso diversificar la exportación de cacao, monopolio francés. Francia armó una guerrilla que atacó desde el norte, desde el desierto. Pero el ejército gubernamental rechazó el ataque. Cuando iba a aniquilar los últimos reductos de los rebeldes, los franceses entraron en el país como perico por su casa y salvaron a la guerrilla del desastre interponiéndose con la excusa de un corredor humanitario. El presidente montó en cólera y con sus cuatro avioncitos de nada que tenía se atrevió a atacar a los gabachos, muriendo algunos soldados de la expedición legionaria, que fueron enterrados con honores en casa. La fuerza francesa respondió enseguida y acabó de dos sopapos con aquellos atrevidos. Los restos humeantes se vieron en las noticias. No sé cómo se contó eso en las televisiones, pero sólo la revista Mundo Negro, de los misionerios combonianos (o sea, la Iglesia Católica, a la que estoy orgulloso de pertenecer), y la Cope, en la que habló el director de la revista contando la historia, sólo estos cuentan la verdad de lo que pasa en África. A pesar de los desiertos y de los mosquitos, ese continente podría estar mejor de lo que está y tiene recursos para ello. Necesita no sólo que dejen de molestar los malos de fuera y de dentro, sino también la ayuda de los buenos, que les enseñen a desenvolverse con inteligencia, aprovechando las técnicas de la civilización moderna y los efectos buenos de la globalización evitando en lo posible los efectos malos. Y yo, por supuesto, confío en que la extensión del evangelio, de una doctrina que enseña a sentirse hermanos y no tribus enfrentadas y a tratar por igual a todos los seres humanos sin distinción de tribu, sexo -desgracia de la religión musulmana- o ideas... les permitiría sin duda unir esfuerzos y levantar a África de su pobreza, como ayudó a levantar a Europa y en alguna medida también a América.